Una docena mal contada de amigos de la vieja Villa de Riaza, la mitad, más o menos, de buena gente de ese pueblo grande -de Segovia- que es Madrid, y luego, salteados, están los de la ciudad del Duero y un leonés errabundo, y si le añadimos algún apátrida eventual, nos llegamos a la veintena, que para lo nuestro es un buen número, ni cuatro gatos, ni mucha gente, que luego ensucia y si a todo esto le juntamos güisqui, caza y mucho humo, pues nos ponemos en lo que somos, un grupo de amigos que cazamos juntos por donde Dios nos da a entender y nos van dejando las burocracias y que va siendo principalmente por los antiguos reinos de Castilla y de León, con cierta predilección por esa tierra donde de alguna manera aún reside el corazón de Iberia y quizá sea por eso por lo que allí, como dice la canción, nos sentimos en la gloria. Así que si alguien quiere encontrarnos, que tampoco hace falta, con preguntar por las tierras de Soria darán con nosotros con facilidad; aunque hay que advertir al que se arrime, que no va a encontrar aquí caza retorcida, ni éxitos continuos, acaso tampoco vea la caza como se destila ahora, y por ello a las primeras de cambio y con viento fresco dé media vuelta por donde se acercó. Lo que si hay aquí es buena gente y llevan a la caza lo que son y de esta guisa uno se encuentra en su elemento compartiendo caza con ellos.
No nos prodigamos mucho, por aquello de que lo poco agrada y lo mucho cansa, nos aplicamos el cuento y nos echamos dos o tres batidas por temporada, que van en la búsqueda de la vieja caza, lo de hombre libre en busca de animales salvajes en terrenos libres y abiertos, ya sabemos que esto hoy en puridad no es posible , pero procuramos acercarnos y nos decidimos por las reservas donde descansamos en la seguridad de que allí no hay cercas, ni crotales, ni gamellones, ni tampoco rh que no sea ibérico, que se diga lo que se quiera, donde andan estas cosas no hay caza, habrá otras cosas que algunos interesen, pero no caza de la de verdad.
Y nos concitamos el día de antes, por aquello que las prisas son malas consejeras y al día siguiente cazamos y después comemos y a la comida le sucede lo que se ha hecho en nuestra tierra de toda la vida de Dios, que no es otra cosa que café, copa, puro y conversación. Y luego, cada mochuelo a su olivo.
Como se entenderá nuestros días no son de resultados, aunque alguna vez suena la campana imaginaria de alguna vieja torre abandonada de la Sierra de Alcarama y ponemos patas arriba una veintena de piezas y nos las aviamos, que otra cosa no, pero manos vivas con los cuchillos, para dar ; y no nos las comemos todas porque sería abuso, pero casi, y entre lo fresco lo embutido y lo congelado pues unas canales pasan a formar parte de nuestra atávica sangre de caza y con ello vamos alimentando nuestra otra sangre y que ambas vayan durando, eso si con buena gente, güisqui y mucho humo….
Mariano García Liceras.
Riaza. 2009
viernes, 15 de enero de 2010
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¡¡¡ Vaya poeta tenéis en la cuadrilla !!!, alma castellana y pulso firme.
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